Sandra Donda
María
Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en
el seno de una familia acomodada. Hija del matrimonio entre Matilde Ruiz y Enrique
Moliner, médico rural, y, segunda de los tres hijos del matrimonio.
En 1902, la familia se
trasladó a Almazán (Soria) y al poco tiempo a Madrid. En la capital, María y
sus hermanos, Enrique y Matilde, estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza. Allí
María conoció a Américo Castro, quién le suscitó el interés por la expresión lingüística
y la gramática.
En 1914, el padre de
María viajó a América y abandonó a la familia, pues decidió quedarse en Buenos
Aires. Esto provocó que la familia regresara a Aragón, y que María, para ayudar
económicamente, comenzara a impartir clases particulares a la temprana edad de
15 años. Circunstancias que fueron
fundamentales en el desarrollo de la personalidad de María, según han
declarado sus hijos años más tarde.
Moliner se formó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón entre
1917 y 1921, a la vez que colaboraba en la realización del Diccionario aragonés. En 1921 se licenció en la especialidad de Historia, única existente en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Zaragoza. Un año después, aprobó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecarios y Arqueólogos, lo que la llevaría a trabajar en el cómo archivera y bibliotecaria en el Archivo General de Simancas y
posteriormente en el Archivo de la
Delegación de Hacienda en Murcia. Allí conoció a Fernando Ramón Ferrando,
quién se convertiría en su marido en 1925, además de impartir clases en la Universidad, primera mujer en hacerlo.
Entre 1929 y 1939, llevó
a cabo una destacada labor en la política bibliotecaria nacional, especialmente
en el periodo de la República. Durante
su estancia en Valencia, desde comienzos de los treinta, dirigió la biblioteca
de la universidad y desarrolló una incuestionable labor como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central
de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. Además, allí nacieron sus dos
hijos pequeños.
La gran pasión por su
trabajo, le llevó a escribir Bibliotecas
rurales y redes de bibliotecas en España (1935), a participar de manera muy
activa en Instrucciones para el servicio
de pequeñas bibliotecas (1937), en relación con las Misiones Pedagógicas de la República y, a realizar una enorme
colaboración en la Escuela Cossío, inspirada
en la Institución Libre de Enseñanza.
Tras la derrota del bando
republicano en la Guerra Civil Española (1936-1939), Moliner y su marido fueron
depurados,
de igual modo que el resto de maestros de ideología de izquierdas. A Fernando
le retiraron la cátedra en Física y fue trasladado a Murcia. María regresó a Valencia,
aunque sufrió la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, que no recuperaría
hasta años más tarde.
En torno a 1950, la
familia se instala en Madrid. Allí María comenzó a dirigir la biblioteca de la E. T. Superior de Ingenieros Industriales,
hasta su jubilación en 1970. También comenzó la que sería su mayor obra, el Diccionario
de uso del español, publicado en dos volúmenes en 1966 y 1967.
Su Diccionario era de definiciones, de sinónimos, de expresiones y
frases hechas, y de familias de palabras. “El
diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se
ha tenido demasiado en cuenta la autoridad” ...“Si yo me pongo a pensar qué es
mi diccionario me acomete algo de presunción: es un diccionario único en el mundo”, declaraba Moliner sobre
su trabajo.
Tanto Moliner como su
diccionario fueron cuestionados en la época. Ella era considerada como una
intrusa en cierto modo, pues estudió Historia, aunque trabajó en archivos y
bibliotecas y tampoco estaba considerada filóloga. Además, su diccionario
cuestionaba al de la Real Academia Española.
María abandonó su trabajo
como bibliotecaria en 1970, y, finalmente, en junio de 1973, la Real Academia
Española le otorgó el premio Lorenzo
Nieto López “por sus trabajos en pro de la lengua”. En 1975 fue
diagnosticada de arteriosclerosis cerebral. Murió en 1981 a causa de la
enfermedad, pero como una de las grandes mujeres del siglo XX, pionera en la
enseñanza de la lengua española.